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lunes, 21 de diciembre de 2015

A MODO DE DESPEDIDA...

Todos los años, al finalizar el ciclo que hemos recorrido juntos durante tres años, me gusta dejarles a ustedes, mis alumnos, algunas de mis lecturas favoritas...
Y elegí para este momento de despedida, el discurso del escritor José Saramago cuando recibió el Premio Nobel de Literatura. Lo he leído una y mil veces...y siempre me emociono mucho.... También se lo he leído a mis hijas. Una de ellas, Victoria, lo publicó en su facebook hace mucho tiempo, y sigue ahí. Te invito a que lo leas completo:
https://www.facebook.com/notes/victoria-sandrone/discurso-de-jos%C3%A9-saramago-entrega-del-premio-nobel-de-literaturaas%C3%AD-arranca-es-h/362442407111029?pnref=lhc


Las palabras de Saramago están llenas de belleza y cuentan con una maestría increíble los años de su infancia en tierras portuguesas junto a sus abuelos. Su abuelo José quien en noches de verano le narraba historias bajo una higuera del huerto.....empieza así...

"El hombre más sabio que he conocido en toda mi vida no sabía leer ni escribir. A las cuatro de la madrugada, cuando la promesa de un nuevo día aún venía por tierras de Francia, se levantaba del catre y salía al campo, llevando hasta el pasto la media docena de cerdas de cuya fertilidad se alimentaban él y la mujer.Vivían de esta escasez mis abuelos maternos, de la pequeña cría de cerdos que después del desmame eran vendidos a los vecinos de la aldea. Azinhaga era su nombre, en la provincia del Ribatejo. Se llamaban Jerónimo Melrinho y Josefa Caixinha esos abuelos, y eran analfabetos uno y otro.
 En el invierno, cuando el frío de la noche apretaba hasta el punto de que el agua de los cántaros se helaba dentro de la casa, recogían de las pocilgas a los lechones más débiles y se los llevaban a su cama.Debajo de las mantas ásperas, el calor de los humanos libraba a los animalillos de una muerte cierta. Aunque fuera gente de buen carácter, no era por primores de alma compasiva por lo que los dos viejos procedían así: lo que les preocupaba, sin sentimentalismos ni retóricas, era proteger su pan de cada día, con la naturalidad de quien, para mantener la vida, no aprendió a pensar mucho más de lo que es indispensable.
Ayudé muchas veces a éste mi abuelo Jerónimo en sus andanzas de pastor, cavé muchas veces la tierra del huerto anejo a la casa y corté leña para la lumbre, muchas veces, dando vueltas y vueltas a la gran rueda de hierro que accionaba la bomba, hice subir agua del pozo comunitario y la transporté al hombro, muchas veces, a escondidas de los guardas de las cosechas, fui con mi abuela, también de madrugada, pertrechados de rastrillo, paño y cuerda, a recoger en los rastrojos la paja suelta que después habría de servir para lecho del ganado.
Y algunas veces, en noches calientes de verano, después de la cena, mi abuelo me decía: "José, hoy vamos a dormir los dos debajo de la higuera". Había otras dos higueras, pero aquélla, ciertamente por ser la mayor, por ser la más antigua, por ser la de siempre, era, para todas las personas de la casa, la higuera.
Más o menos por antonomasia, palabra erudita que sólo muchos años después acabaría conociendo y sabiendo lo que significaba. En medio de la paz nocturna, entre las ramas altas del árbol, una estrella se me aparecía, y después, lentamente, se escondía detrás de una hoja, y, mirando en otra dirección, tal como un río corriendo en silencio por el cielo cóncavo, surgía la claridad traslúcida de la Vía Láctea, el camino de Santiago, como todavía le llamábamos en la aldea.
Mientras el sueño llegaba, la noche se poblaba con las historias y los sucesos que mi abuelo iba contando: leyendas, apariciones, asombros, episodios singulares, muertes antiguas, escaramuzas de palo y piedra, palabras de antepasados, un incansable rumor de memorias que me mantenía despierto, al mismo que suavemente me acunaba.
Nunca supe si él se callaba cuando descubría que me había dormido, o si seguía hablando para no dejar a medias la respuesta a la pregunta que invariablemente le hacía en las pausas más demoradas que él, calculadamente, le introducía en el relato: "¿Y después?".Tal vez repitiese las historias para sí mismo, quizá para no olvidarlas, quizá para enriquecerlas con peripecias nuevas..." 

Y con esto me despido de vos, de ustedes chicos queridos....que ahora ceden la posta a Tercero Lee y escribe 2016.
Me alegró tenerlos como alumnos y he disfrutado mucho de las lecturas compartidas.
 Suerte en el nuevo ciclo escolar que emprenderán a partir del próximo año. 

¡FELIZ NAVIDAD Y BUEN COMIENZO DE AÑO!





4 comentarios:

  1. Me pareció muy interesante!!! ¿Puedo compartirlo en mi blog??? Y también con otros colegas docentes?

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  2. Me pareció muy interesante!!! ¿Puedo compartirlo en mi blog??? Y también con otros colegas docentes?

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    1. Laura: te invitamos también a hacer un recorrido por los blogs: Primero lee y escribe y Segundo lee y escribe. Esperamos que lo disfrutes como nosotros disfrutamos de hacer cada blog.
      Un saludo

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  3. Hola Laura: gracias por comentar en nuestro blog. Para los chicos y para mí también es muy lindo que otras personas se interesen por nuestro trabajo. Está muy bueno que lo compartas en tu blog. Me podés pasar el enlace ? Saludos Fabiana

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